Sunday, October 02, 2005

The Hafler Trio – Only the Hand that Erases Can Write the True Thing (Small Voices, SVV002, 2004)

Como en el caso de todas las hipnotizantes piezas que Andrew McKenzie –o The Hafler Tro- ha realizado en los últimos años, la naturaleza de sus creaciones sigue siendo, cuando menos, enigmática. Su trabajo, como si se tratara de una suerte de esfinge, sigue sin poder ser comprendido plenamente; eso mismo ha hecho tan común que provoque reacciones tan violentamente ambiguas. Con sus inmaculados diseños, ambiguas oraciones e inconsistente sentido, The Hafler Trio ha insistido en forjar a partir de un contexto – ineludiblemente puesto en la cara del público- una serie de enigmas a descifrar en forma de piezas musicales.
Ciertamente habría que preguntarse que valor podrían tener las piezas contenidas en cada uno de sus discos si fuesen liberadas totalmente de su contexto gráfico. Y es que divagar en cuanto a las cuestiones de sentido provistas por McKenzie, sobre todo en este caso particular, es demasiado tentador. En las cuatro caras que conforman la obra en cuestión, McKenzie incluso llegó al extremo de poner un nombre específico a cada una de las piezas aunque estos no ofrezcan mucho de cualquier manera.
Aparentemente evocando la supuesta naturaleza masculina del sol, ‘who is the mother of the sun?’ juega con el imposible de trazar el origen femenino de un ícono aparentemente eterno y masculino. En cuanto al audio, salidas de un espacio inmanente, que parece tampoco haber comenzado jamás, emergen las cualidades vibrantes y pulsantes de un bajeo irreconocible. Éstas a su vez parecen adecuarse precisamente al formato sonoro, separándose claramente del foco de la pieza, el cual aparentemente está construido a partir de la voz de dua42(¿?), deformada y disecada a grados ulteriores, la cual revolotea sin cesar ni trayectoria definida a lo largo de los bordes sonoros. Este esquema habrá de repetirse en las piezas posteriores, en las cuales McKenzie se dio a la tarea de deformar y ajustar consecutivamente las voces de Michael Gira (Swans, Angels of Light), Yves Klein y Björk –asunto en el que profundizaría en 2005 con una serie de discos orientados a la experimentación a partir de la deformación vocal, con contribuciones de David Tibet (Current 93) y de Blixa Bargeld (Einstürzende Neubauten).
La segunda pieza ‘and there I was hoping the door would go’ corresponde a la contribución de Gira; ésta está tanto más enfocada a la profundidad y a los niveles bajos que las demás. Los sonidos, a pesar de quedarse en el espectro grave la mayor parte del tiempo, difícilmente pueden constituirse como drones. Al momento que parecen estar a punto de conformarse como algo formal vuelen a desbaratarse y a deformarse y a ser agraviadas por sucedáneos tonos agudos que, de la misma manera, parecen sostenerse sólo para volver a caer. Extrañamente, al final McKenzie toma la decisión de forjar una arbitraria ruptura cuando, intempestivamente, ataca una nota que deja reconocerse como una voz.

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