Friday, May 25, 2007

BLOODYMINDED


Bloodyminded surge en 1995 de las cenizas de la banda Intrinsic Action con Mark Solotroff a la cabeza. Desde aquel entonces, la banda, con base en aquel entonces en Nueva York, se ha caracterizado por tocar inagotablemente y por ser una de las pocas bandas de noise que plantean dejar un acervo estable. Con cuatro grabaciones en formato largo, Bloodyminded ha forjado un estilo radical y único. El mes entrante, esta banda presentará su trabajo en la Ciudad de México, evento que promete ser, cuando menos, histórico. Por el momento aquí hacemos una breve semblanza de su carrera mientras esperamos ansiosos la llegada de este evento.



Trophy (Bloodlust!, BloodLust! 001, 1995)
La discografía de Bloodyminded comienza en 1995 con "Trophy", un disco que ha provocado pasiones desde su salida, estableciendo la reputación de Bloodyminded como uno de los exponentes esenciales del ruido norteamericano. En este disco puede advertirse como Bloodyminded precedió mucho de lo que en estos momentos se hace en términos de noise por años, con un sonido que fuertemente habría de servir de inspiración a muchas de las bandas actuales. Las composiciones con bases analógicas y el minimalismo tonal conforman en mucho la base sonora de este ábum. De manera similar, la violencia y los temas turbios -el lado oscuro de la naturaleza humana-nutren la imagen y el sentido de una banda que constantemente busca ubicarse dentro de la voz y los ojos del criminal.
En "Trophy", Bloodyminded señala directamente a sus influencias, las flemas biliosas de un joven Michael Gira parecen haber poseído la garganta de Mark Solotroff y la insólita, abrasiva electrónica monotonal de Whitehouse parece seguir los mismos senderos que desandan los escabrosos pulsos repetidos hasta el hastío en este debut de Bloodyminded.
En cuarenta y siete tracks (¡!), el trío, formado por Mark Solotroff en voz y electrónica, Megan Emish en sintetizadores y Angel Ramos también en sintetizadores, se da a la tarea de crear mantras, rendiciones a mortecinas anatomías incógnitas, confesiones de psicopatías al borde y catársis, con la pulsión de reunirlo todo en un sólo disco, como si no fuera a haber mañana. Desde cortes que caen como yunques y se desvanecen del mismo frugal modo como "Hot" y "Crawl", hasta la eterna compulsiòn retratada en "Overdrive", Las descargas de "Trophy" destilan maldad y odio a través de cada una de las moléculas que agitan en el aire. Algunas de sus mejores canciones, como "In the Mood", "Waste", "Over Before You Know It", "Chinatown" o "Cro-Bar" comparten con el escucha una pulsión íntima e inexplicable que no puede definirse como ni como confesión ni como reporte.
La pieza central, "Trophy" va del autodiagnóstico -"Soy un coleccionista/pequeños recordatorios/mementos/evidencias(...)pequeños objetos/anal/obsesivo"- al develar por oposición -"Si tengo un trofeo/tú no existes/mis trofeos prueban que estás muerto"-. Otras buscan capturar la misma tensión, recreando esa intensa sensación de incomodidad, de ser parte de, de presenciar, de ponerse en los zapatos tanto de víctima como de victimario.
"Trophy" busca retratar la enfermedad que se esconde en el telón de la cotidianeidad y lo hace de una manera brutal; se trata de un disco que destila enfermedad, odio y delirio en cada uno de sus setenta y cuatro minutos ininterrumpidamente. Violencia, mutilación, asesinato, violación y muerte corren frenéticamente a lo largo del cd, iniciando de manera muy adecuada la carrera de esta enorme banda con un trabajo compacto y macizo como pocos.



True Crime (Bloodlust!, B!040, 2002)
La simplicidad que hace de "Trophy" un trabajo tan memorable es una cualidad difícil de conseguir; uno podría esperar que agregar complejidad a estas ideas rompería el hechizo. Pero no fue así. Con una inaudita cantidad de colaboradores, Solotroff renueva a la banda, ofreciendo un trabajo de vuelos muy altos.
No en vano a este nuevo "True Crime" le separan siete años de su predecesor. Se trata de un disco extremo sin más. Las canciones son más extensas y la inclusión de nuevos miembros y un buen puñado de colaboraciones, disparó sus sonidos y su complejidad. Es un disco cuya producción además denota un trabajo arduo, intrincado; capa sobre capa de vocales, samples, estática, drones y ruido se une para crear una muralla de sonido agobiante y difícil de esquivar.
Desde su inicio, con "Angel of Darkness", Bloodyminded arroja ese coctél de polifonías oscuras y escabrosas. La voz manipulada de una especie de narrador -muy reminiscente a las empleadas en el "Leichenschrei" de SPK, por cierto- se sostiene como una base que juega con los chirridos incontrolables del feedback y los cicls, gravísimos de los sintetizadores. Un cuadro de imágenes grotescas que sirve como marco a los guturales exabruptos de Solotroff, nuevamente víctima y/o victimario alternativamente.
En cualquier sentido, "True Crime" representa una escalada de la furia originalmente representada en "Trophy". Hay momentos en los cuales el ambiente es tan absurdamente hostil que degustar se hace casi imposible. "The Killer Department", por ejemplo, incluye exactamente los mismos descritos anteriormente, pero llevados hasta sus últimas consecuencias posibles. Las vocales son tantas y la tensión es tan intensa que las letras son prácticamente indescifrables. Y todo esa conjunción de sonidos llevados al límite sólo deja una temible sensación de confusión y caos, aturdidora.
En el proceso evolutivo de Bloodyminded, éste es sin duda el punto crucial. Canciones como "The Misbegotten Son" presagian la enormidad caótica e inestable del marmóreo "Gift Givers".
"True Crime" quizás no sea el mejor disco de Bloodyminded pero definitivamente es el más extremo de toda su discografía, un disco digno de estar entre los mejores del submundo postindustrial.



Gift Givers (Bloodlust!, B!045, 2005)
"Gift Givers" también tiene un eje temático; en este caso, el combo de Solotroff se centra en las deformaciones estéticas. Por supuesto, ése no es el tópico exclusivo de este álbum; como podría esperarse de un trabajo de Bloodyminded, también hay dosis suficientes de alienación, mutilación, odio, violencia gratuita, neurosis e incomodidad. Pero contra lo que podría esperarse, esto no representa la estabilización de una fórmula. En este álbum las adiciones y cambios en intérpretes provocan un cambio sustancial en el sonido de la banda.
Lo primero que es notorio del álbum -tras la desequilibrante introducción "Exercise (One)"- son las voces de Isidro Reyes y de Xavier Laradji, que en español y francés recitan/musitan/cantan/gritan/retuercen las palabras que después hará suyas Solotroff en inglés. El resultado es explosivo. Así, la violencia que cada palabra ejerce en su respectivo contexto en "Aller/Venir" es contundente, representando en flashazos un abanico de sensaciones que pasan del temor a la furia en instantes. Mientras tanto, algo del trabajo más agreste de la banda se deja sentir en toda su amplitud, con las oscuras sacudidas de sonidos sintetizados empujados al límite de las más oscuras reverberaciones y creciendo envueltas en un remolino de loops.
Contra lo que ocurría en la mayor parte de "Trophy", las piezas se extienden más allá del par de minutos. La monotonía de las nubes de polución que forman ese drone oscuro y motórico, presente en cada una de las piezas, se ve ultrajada por la caótica masa de voces en frenesí, cubiertas de distorsión y emanando de lo más profundo de las entrañas de los gritantes de la banda y los chirriantes y delirantes trazos del feedback retorciéndose a la distancia.
Piezas como "Stick Insects", "Chalk Eater", "Pro-Ana", "Pro-Mia" y, especialmente, "A Song for Lisanne, a Young Model" son punzantes críticas a una sociedad que ha llevado a muchos individuos a la práctica de operaciones erráticas y riesgosas con el solo objeto de preservar una apariencia. Muchos ven es este fenómeno el vacío existencial de la sociedad de consumo llevado directamente a sus más comúnes víctimas: los adolescentes, los individuos más susceptibles a inseguridades. Pero para Bloodyminded la vacuidad no es lo preocupante, sino más bien ese "naked lunch", la compulsión, la obsesión subyacente en el combatir a los delirios de las apariencias indeseadas.
Éste es en muchos sentidos el más logrado trabajo de Bloodyminded. Principalmente hay que notar cómo, a pesar de representar un trabajo mucho más depurado, sigue teniendo ese poder de tomarte por las entrañas, anular tu capacidad de análisis y dejarte inmune y a su merced. "Gift Givers" es música en su extremo más desarticulante.



Behind the Green Door/Live: Street Level at VG Kids (Bloodlust!, B!051, 2006)
Originalmente, "Behind the Green Door" ya había sido editado por Greh Holger en su disquera Chondritic en un tres pulgadas limitado. La versión presente incluye, además del audio íntegro, un video de la presentación que tuvo lugar la noche anterior a la cual se ha llamado "Live: Street Level at VG Kids".
Ambas presentaciones son extrañísimas. En "Behind the Green Door", Bloodyminded presenta aproximadamente 16 canciones, las cuales en total duran alrededor de 20 minutos. Apenas un par de las piezas pasa del minuto. Pueden reconocerse algunas selecciones extraídas de sus tres cds, pero, en general, el tratamiento es tan hostíl que sólo quedan las pesadísimas vibraciones de los sintetizadores y el feedback brotando paralizante.
"Live: Street Level at VG Kids" es una presentación gemela a la del día anterior, apenas con ligeras variaciones. Aquí vemos a la banda en una alineación de tres tocando prácticamente sólo para los cuates en el pasillo de una oficina (sí, en el pasillo de una oficina) mientras toda la masa de noisetas se avientan contra los muros. Greh (Hive Mind), los Wolf Eyes y muchos otros noiseros de Michigan pueden verse gritando, aventándose y volando sobre ellos mismos en pleno extasís etílico. Divertidísimo.




Magnetism (Bloodlust!, B!057, 2006)
"Magnetism" ya había sido reseñado anteriormente en este espacio, pero vale la pena recordarle brevemente. En este disco, la magia desarticulante del ruido hace sus veces al grado más exorbitante; la comunicación a través de palabras se ha dejado de lado, ya sólo los gritos, los ruidos guturales, los quebrantos comunican sensaciones. No hay música en este disco, sólo zumbidos, sonidos amplificados y deformados, inflexiones guturales, ruido, ruido y más ruido; "Magnetism" es un disco sinceramente extremo que, a diferencia de los extremos del noise más mecanizado, se siente humano, muy humano. Uno de los mejores discos de 2006 sin lugar a dudas. (S.S.)


Emeralds - A Row of Exposed Columns (Chondritic, Ch-171, 2007)

Ya había escuchado algunos comentarios respecto a esta banda, Emeralds, pero ya saben, "don't believe the hype", así es que no hice gran esfuerzo por encontrar nada de ellos y ahora me arrepiento. Emeralds, en un caso análogo al de Robedoor hace dos años, surge con un oscuro, incógnito trabajo para marcar una diferencia impresionante.
Emeralds conjuga sonidos oscuros, droners, surreales y los deja avanzar sólo hasta allí donde las apariencias y las presencias se confunden, dándoles a sus ecuaciones sonoras una cualidad etérea, incorpórea y amenazante. Drones hechos con voces, efectos sobrecargados y cuerdas modificadas que remiten a sensaciones guturales, malos sueños, visiones inciertas, estados alterados.
Emeralds emplea sonidos conocidos -decididamente no están inventando el hilo negro- pero la manera en que los están reuniendo denota ideas muy interesantes. Este disco es sin duda una grata experiencia. (S.S.)

Wednesday, May 09, 2007

Skullflower - Abyssic Lowland Hiss (Heavy Blossom, s/n, 2007)

Someramente empacado en una funda de plástico que protege una fotocopia impresa en papel rojo, "Abyssic Lowland Hiss" promete sostenese como uno de los trabajos más enigmáticos e imposibles de conseguir de disquera -Heavy Blossom- y banda -Skullflower. Su tiraje asciende a la nimiedad de cincuenta copias.
Su título -algo así como "abisal giseo de tierras bajas"- sirve perfectamente para definir su contenido sónico; inmensos caudales de ruido blanco, afianzados a sus discordantes corrientes. La primera pieza testimonia la lucha entre un ajetreado e informe drone y el martilleo impreciso y poco elocuente de una guitarra. En el único momento de cohesión propiamente musical del álbum los tonos de ambos instrumentos se unen en un momentáneo quebranto, tan sólo para volver màs furiosos a la pesadez absoluta de la abstracción formal.
La segunda parte es aún más afilada y correosa, formada por ciclónicos enjambres de zumbidos, como moscas revoloteando en torno a algún putrefacto trozo de carne. El sonido es llevado a sus más ácidos tonos, a sus sabores más alcalinos, a la deshumanización.
Entre toda la pulsión del metal vuelto líquido/vuelto sonido, se dejan ver, apenas por instantes, las imposibles figuras de hombres blandiendo instrumentos. Pero a los cuantos instantes de presenciar el desbordante caldo gris, cualquier otro rastro de melodía humana en la tercera parte del disco se ha difuminado. Todo lo que queda son los férreos gritos de máquinas y cuerdas en fébril agonía. La pieza crece en gravedad y los vertiginosos, marmóreos alientos, más y más intensos cada vez, la hacen inmensa, envuelta por enormes nubes de llamas e insectos.
La cuarta parte está conformada por visiones aún más hostiles, secas, de carne en plena combustión. Se le une al hirviente cromo de la pieza anterior un crujir desubicado, informe en primer plano, y, lo más cercano a una melodía, es el distante feedback que parece querer formar un frugal juego de tonalidades en el fondo de este infernal lienzo.
El quinto hundimiento en este denso abismo retoma algo de cada uno de los elementos más extremos del álbum, uniéndolos a los trinos de prodigiosas bestias aladas que pelean con los gravísimos rugidos de hambrientas fauces de criaturas eólicas en algo que se ha convertido en una inesperada explosión de ruido.
"Abyssic Lowland Hiss" sigue la rúbrica más reciente de Skullflower. Como en "Tribulation" y en directa oposición al más formal sonido del enorme "Orange Canyon Mind", aquí hay muy pocos instantes de respiro, tratándose sobre todo de un ensayo sobre lo frugal de las armonías humanas, en contraste con los intentos por alcanzar lo eterno del flujo de la consciencia, del automatismo, de la ceguera tonal y de la pulsión/intuición como herramientas de creación sonora. (S.S.)