Birchville Cat Motel - Second Curved Face Destroyer (Celebrate Psi Phenomenon, s/n, 2008)
Birchville Cat Motel fue por poco más de diez años el principal proyecto sonoro del neozelandés Campbell Kneale. Prolífico como pocos, el proyecto fue cimentándose grabación tras grabación -sus producciones sobrepasan los noventa títulos- de, sorprendentemente constante experimentación sónica: desde esas primeras cintas de espantosa sordidez para la también naciente American Tapes, hasta las pasmosas, enormes emisiones triples en su propia Celebrate Psi-Phenomena, quedan de manifiesto la casi motórica capacidad expresiva de Kneale y el constante anhelo por hacer desaparecer límites creativos.
Una de las últimas piezas del rompecabezas discográfico que Birchville Cat Motel legó al mundo fue la colección triple "Second Curved Face Destroyer," la cual, desde el propio título, hace referencia a un trabajo que el mismo Kneale había producido para Last Visible Dog en 2006. Aquél, como éste, se trataba de una colección de grabaciones en vivo sin más que un poco de masterización, las cuales capturaban su espíritu y su versatilidad sonora. Esta colección, además de capturar la frugalidad de esos momentos, ofrece un par de sorpresivas sesiones, una con sus coterráneos de 1/3 Octave Band, planteando en "Junkshop: Rainbow Superserpent," como el título sugiere, un reptante, magnífico drone que se extiende ominoso por media hora, así como "Gunpowder Church of Satan," que contiene las fallidas sesiones de lo que culminaría siendo el enorme "Gunpowder Temple of Heaven," editado a principios de este año por Pica Disk.
El primer cdr de "Second Curved Face Destroyer" alinea su registro al de las visiones más dulces que Kneale puede convocar. "Rochester Sloppy Plate" es una lenta progresión de atmósferas que van sucediéndose conforme a los pasos de una percusión sampleada. Al igual que su subsecuente, "Chicago Deep Dish," el foco de la pieza es la ensoñación, el inesperado e inadvertido adormilamiento de la consciencia, dejando pasar sueños y turbaciones anímicas. Con sus dos tracks, esta primera parte cubre muchísimo terreno, fungiendo como elaborada intoducción a la marejada de drone que se prepara a continuación.
El segundo disco, además de contener la ya mencionada sesión en Australia, contiene dos tracks más tomados de presentaciones en directo. Los drones cristalinos de "Honk Kong Abracadabra," otra longitudinaria pieza, anhelan convertirse en melodía natural y culminan obliterando el espacio absolutamente en su estruendo de ácidas visiones. Hasta su desintegración, serrada, decadente es una delicia. "Small Christian Victories" conjuga los pesados drones de un órgano de acordes de imitación parroquiana al tiempo que descarga una distorsión apabullante, haciendo del set ni uno ni lo otro, una madeja de sonidos sin más sentido que la inacabable línea del drone. Indudablemente más visceral, este tema acaba aportando el elemento accidentado a la colección.
Finalmente, el último disco presenta dos tracks que incisivamente se contraponen a todo el material anterior. El primero retoma el nombre de uno de los últimos discos en estudio del proyecto, aunque invirtiéndolo, "Dead Call Home Their Birds" -en vez de "Birds Call Home Their Dead"- y que resuena precisamente al tipo de tela sonora que recientemente había estado empleando Kneale; es decir, una sicodelia electrónica donde se sobreponen sonidos deformes, largos tracks de distorsiones taladreantes, percusiones robotizadas y los cada vez más constantes samples de Iron Maiden. La última pieza es precisamente la toma abandonada del gran "Gunpowder Temple of Heaven," y se trata de una versión mucho menos paciente, liándose de inmendiato en el embrollo y llendo hacia la concreción. Siempre resulta interesante descubrir la evolución de las ideas que dieron lugar a ciertos proyectos y éste es el caso.
Al anunciar que Birchville Cat Motel dejaría de existir, Kneale señalaba como razón primera que el mundo no necesitaba un nuevo disco de este proyecto. Tras escuchar este cierre de una discografía, con apenas siete temas cubriendo más de tres horas de música, este comentario se vuelve dudoso. (S.S.)
Birchville Cat Motel fue por poco más de diez años el principal proyecto sonoro del neozelandés Campbell Kneale. Prolífico como pocos, el proyecto fue cimentándose grabación tras grabación -sus producciones sobrepasan los noventa títulos- de, sorprendentemente constante experimentación sónica: desde esas primeras cintas de espantosa sordidez para la también naciente American Tapes, hasta las pasmosas, enormes emisiones triples en su propia Celebrate Psi-Phenomena, quedan de manifiesto la casi motórica capacidad expresiva de Kneale y el constante anhelo por hacer desaparecer límites creativos.
Una de las últimas piezas del rompecabezas discográfico que Birchville Cat Motel legó al mundo fue la colección triple "Second Curved Face Destroyer," la cual, desde el propio título, hace referencia a un trabajo que el mismo Kneale había producido para Last Visible Dog en 2006. Aquél, como éste, se trataba de una colección de grabaciones en vivo sin más que un poco de masterización, las cuales capturaban su espíritu y su versatilidad sonora. Esta colección, además de capturar la frugalidad de esos momentos, ofrece un par de sorpresivas sesiones, una con sus coterráneos de 1/3 Octave Band, planteando en "Junkshop: Rainbow Superserpent," como el título sugiere, un reptante, magnífico drone que se extiende ominoso por media hora, así como "Gunpowder Church of Satan," que contiene las fallidas sesiones de lo que culminaría siendo el enorme "Gunpowder Temple of Heaven," editado a principios de este año por Pica Disk.
El primer cdr de "Second Curved Face Destroyer" alinea su registro al de las visiones más dulces que Kneale puede convocar. "Rochester Sloppy Plate" es una lenta progresión de atmósferas que van sucediéndose conforme a los pasos de una percusión sampleada. Al igual que su subsecuente, "Chicago Deep Dish," el foco de la pieza es la ensoñación, el inesperado e inadvertido adormilamiento de la consciencia, dejando pasar sueños y turbaciones anímicas. Con sus dos tracks, esta primera parte cubre muchísimo terreno, fungiendo como elaborada intoducción a la marejada de drone que se prepara a continuación.
El segundo disco, además de contener la ya mencionada sesión en Australia, contiene dos tracks más tomados de presentaciones en directo. Los drones cristalinos de "Honk Kong Abracadabra," otra longitudinaria pieza, anhelan convertirse en melodía natural y culminan obliterando el espacio absolutamente en su estruendo de ácidas visiones. Hasta su desintegración, serrada, decadente es una delicia. "Small Christian Victories" conjuga los pesados drones de un órgano de acordes de imitación parroquiana al tiempo que descarga una distorsión apabullante, haciendo del set ni uno ni lo otro, una madeja de sonidos sin más sentido que la inacabable línea del drone. Indudablemente más visceral, este tema acaba aportando el elemento accidentado a la colección.
Finalmente, el último disco presenta dos tracks que incisivamente se contraponen a todo el material anterior. El primero retoma el nombre de uno de los últimos discos en estudio del proyecto, aunque invirtiéndolo, "Dead Call Home Their Birds" -en vez de "Birds Call Home Their Dead"- y que resuena precisamente al tipo de tela sonora que recientemente había estado empleando Kneale; es decir, una sicodelia electrónica donde se sobreponen sonidos deformes, largos tracks de distorsiones taladreantes, percusiones robotizadas y los cada vez más constantes samples de Iron Maiden. La última pieza es precisamente la toma abandonada del gran "Gunpowder Temple of Heaven," y se trata de una versión mucho menos paciente, liándose de inmendiato en el embrollo y llendo hacia la concreción. Siempre resulta interesante descubrir la evolución de las ideas que dieron lugar a ciertos proyectos y éste es el caso.
Al anunciar que Birchville Cat Motel dejaría de existir, Kneale señalaba como razón primera que el mundo no necesitaba un nuevo disco de este proyecto. Tras escuchar este cierre de una discografía, con apenas siete temas cubriendo más de tres horas de música, este comentario se vuelve dudoso. (S.S.)
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