Friday, September 05, 2008

Area C - Haunt (Last Visible Dog, LVD 113, 2007)

Area C es una de esas rarezas de tiempos presentes que uno difícilmente puede explicarse existan. El proyecto de Erik Carlson, aquí acompañado por Jeff Knoch de Urdog, en "Haunt" basa su sonido en esos mastodontes de sintetizadores, los farfisa. Dichos órganos ofrecieron sus profundos registros a bandas como Tangerine Dream, Neu!, Cluster y Pink Floyd durante el auge de la primal electrónica progresiva hacia finales de los sesentas. No es difícil asociar, por ende, los paisajes electrónicos de estas bandas fundacionales con la gran mayoría de los intentos de bandas actuales por establecerse a partir de una serie de referencias.
Sin embargo, contra lo que pudiera preverse, ése no es el caso de "Haunt." A pesar de que prácticamente la totalidad del álbum esté repleto de las voces de este instrumento, las ideas dominantes en su trasfondo claramente le identifican como un álbum imbuído en las intencionalidades propias de su tiempo. El eje en "Haunt" es la improvisación. Incluso algunos cortes muestran fragmentos relativamente fallidas hacia sus extremos, haciendo este sacrificio basados en la necesidad de preservar un flujo temático, una constitución espontánea y fresca: Nada más lejano a la búsqueda de la absoluta perfección por medio de la innovación de los ya mencionados conjuntos.
Esto no quiere decir que la música de Area C sea deficiente de ninguna manera. Mucho más cercanos a la tradición de Jewelled Antler y de la propia disquera que edita, Last Visible Dog, el dueto presenta música con raíces bien cimentadas en imágenes cuasi-pastorales -como en el caso de la abridora "Outside the Flaming Body," donde incluso los órganos resuenan tan nostálgicos como los de algunas composiciones de Thuja- o la soleada segunda parte de "Circle Attractor" -que propone un sonido que pareciera el de Growing si se deshicieran de todo su bagaje de distorsión y pseudo-doom.
En total, "Haunt" presenta seis piezas fantasmales embotadas de los espíritus invocados por el portentoso canto del farfisa y de los tejidos de una guitarra etérea. Convocando música que fácilmente podría etiquetarse como drone -y Riley ciertamente parece resonar por momentos entre las agridulces melodías, montado en el eterno canal del gran zumbido- Area C demuestra que sus dinámicas superan dicho estadio, llevando sus temas a una complejidad de ámbitos más obviamente musicales, pero de un efecto mucho más introspectivo y delicado. (S.S.)

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