Friday, January 29, 2010


Kevin Drumm - Imperial Distortion (Hospital Productions, HOS-134, 2008)

Tras años de haberse consagrado como un titán del ruido, Kevin Drumm decide en 2008 dar un giro absoluto a su sonido con "Imperial Distortion." Este disco doble muestra a Drumm invirtiendo en un sonido tan orgánico y completo como es su costumbre, sólo que ahora explorando los terrenos de una suerte de ambient desbocado, más ríspido que etéreo y, eso sí, profundamente inquietante.
El primer corte de "Imperial Distorsion," titulado "Guillain-Barre," es muestra de la falta de adecuación del sonido de Drumm a los sistemas estereotipados; el sonido, sin más, se escapa de las convenciones de los límites sonoros, probando los alcances de las bocinas y de los tímpanos del escucha con las intensas vibraciones de un drone, cerrado, metálico, que cubre casi por completo una atmósfera estilizada y fluida. "More Blood And Guts" es un tema que diluye su relativa calma entre los violentos degradados de tonos medios al tope, brindándole al primer segmento del corte una sensación de opresión pesada y abrasiva. El embate con tonos medios prosigue en el siguiente segmento, que más bien se siente como una escena, y que traza un sendero un tanto más caudaloso, con un movimiento acompasado, pictórico y recurrente. Hacia la tercera parte de esta pieza, el sonido se ha vuelto tan disperso que el movimiento tonal se vuelve prófugo y fantasmal, como buscando la extinción. Pero al borde de la desintegración, la fuerza se recobra haciendo trenzas de tonos que se deslizan en eternos vuelcos. La encargada de cerrar la primera parte de este álbum, la primera parte de "Snow," la cual ya había aparecido orginalmente como un cassette single también en Hospital Productions, es una poderosa descarga de oscilaciones clavadas en una profusión de subtonos demoledores, totalmente concretos, que engloban una dinámica cuidadosa y velada. Tras el abuso de los tonos medios, Drumm se concentra finalmente en la vejación de la parte más grave del espectro, transmitiendo casi apenas vibraciones que escapan de una representación plena por ser tan ominosamente desmesuradas. El poderío de este corte es tan absoluto que todo el espacio se vuelve tóxico, envuelto en una nube paralizante y asfixiante.
El segundo disco que compone "Imperial Distortion" comienza con un guiño al dark ambient más industrial. Pero esta impresión rápidamente se desdibuja ante la vuelta hacia las oscilaciones que trae esta versión de la segunda cara de "Snow," generando juegos melódicos circulares, lentos y hasta por momentos dulces, aunque eternamente degradados por la decadencia de la distorsión que la saturación siempre trae presente. Los sonidos de "Snow" se asemejan a visiones percibidas tras un cristal empañado, dejando pasar parte de su radiancia y generando imágenes nubladas, deformadas, inciertas. "Romantic Sores" vuelve a jugar con los límites, trasladando lo amenazante de los cortes anteriores a tonalidades más altas, probando los límites del escucha, volcándose sólo un poco sobre este furtivo ataque, para luego sólo cortarlo abruptamente y regresar con un tema nucho más neutral. Una profusión de sonidos graves que se deslizan ágiles, con brillos melódicos introspectivos y nostálgicos se apodera del corte y da el momento de mayor paz al álbum. La tercera parte de este corte entonces cae en un momento de quietud minimal sorprendente, bordeando delicadamente en lo etéreo. "We All Get It In The End" es un tema lleno de sonidos brotantes, más claramente definibles e identificables, procedentes de sintetizadores. El tema corre sin mayor escudo que la propia espontaneidad de su creación, libre y brotante, hasta toparse con su final, cierre digno de un álbum fascinante.
"Imperial Distortion" se trata de un trabajo que sin más se deja llevar hacia los abismos de la incertidumbre, como una suerte de comentario sumamente radical, y a pesar de ello, declaradamente impotente. Las imágenes que acompañan el disco -una foto que muestra tanques americanos en Irak y un llano cubierto de basura- siguen intentando dar forma a este discurso impronunciable, críptico.
Con esta extensa lección de oscuridad, Kevin Drumm muestra como hay un poder oculto, inherente a las representaciones más delicadas. Drumm así pone a prueba la capacidad del escucha de apreciar, más allá de lo inmediato, el peso, la fuerza que conllevan las creaciones más discretamente revolucionarias, haciendo eco de gente como Andrew Chalk, Asmus Tietchens o William Basinski. Un clásico. (S.S.)

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