La delirante conjunción de ambientes y materiales sonoros de Ignacio Briceño hace de su trabajo una suerte de primo lejano de la histeria que protagonizaba Scissor Shock hace algunos años. Electrónica, guitarras, percusiones programadas, sampleos de porno y de sitcoms, melodías truncadas y hasta la voz del maestro Sábato son procesadas en los dos primeros cortes por Briceño en el famoso programa Live de Ableton, creando un ambiente sumamente enrarecido, como de post-rock-lo-fi de la era de la comunicación. La extensa "Ascención a la montaña invertida," de hecho, resulta disfrutable de una extraña e inexplicable manera, teniéndose como un pastiche de una cualidad bastante musical. El segundo corte de Briceño, tecladito bañado en delay y reverberación de por medio, confirma aquello del post-rock aunque ya no de manera tan grata, aunque al menos sirviendo como respiro ante el inminente ataque de La Muchacha Loca.
Los cánticos hacen obvia la intención de La Muchacha Loca -proyecto del músico peruano Diego Contreras- de crear música clavada en confines ritualistas, pseudo-chamánicos (y qué decir del nombre de la pieza: "one more Spirit in my soup"). Las vocales fantasmales son complementadas por cascabeles, percusiones y drones elusivos que, de primera impresión, no llegan a decir demasiado. Hacia la mitad del tema, sin embargo, todos los elementos comienzan a lograr una cierta consistencia. La grabación, de fidelidad absolutamente baja, le agrega un aire ríspido al asunto, como si se tratara del registro de una suerte de ceremonia pagana industrial arracada a la clandestinidad. Como en el caso de los cortes de Ignacio Briceño, la participación de "La Muchacha Loca" resulta ofrecer un trabajo plenamente espontáneo, basado en lo febril de la improvisación experimental, que indudablemente contiene el encanto del momento pero que inevitablemente carece del poder del trabajo compuesto. (S.S.)
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